15 junio, 2023

LA RAZÓN

 

Aún no lograba comprender como había llegado hasta allí. ¿En qué momento se había desviado de su camino? Simplemente no lo recordaba. Debía pensar, si se esforzaba lograría recordarlo. ¿Cómo era posible olvidarlo? Siempre se jactaba de su buena memoria, porque era capaz de recordar nombres, rostros, fechas, números telefónicos. ¡No, no podía ser! ¡Esto no estaba pasando! Era absurdo que no pudiera recordar el motivo, por el que se hallaba en este extraño lugar.

Había salido de su casa y de allí fue hasta el banco, luego a la tintorería y por último debía ir al correo; sin embargo, no recordaba haber ido al correo, si a la tintorería. Salió de allí y al llegar a la esquina vio que el semáforo comenzaba a cambiar. Se apresuró a cruzar y… fue entonces cuando vio esa luz que no la dejo ver nada más, y… ¿Es que acaso…?

En ese momento volvió a oír esa extraña pregunta:

—¿Me dirá cuál es la razón?

—¡Yo no… no sé cómo llegue a este sitio! ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí? Sara comenzó a llorar, no dejaba de hacerse la misma pregunta ¿En qué momento se había desviado del camino??

—Comprendo tus dudas. Pero no lograrás aclarar la situación hasta que logres calmarte. Si te tranquilizas podrás ver las respuestas a todas las preguntas que formules. Porque están dentro de ti. Si lo deseas, puedo pedir que te acompañen a descansar y luego hablamos.

—No, prefiero quedarme aquí. Es solo que…, no, no entiendo, ¿Qué es lo que quiere de mí?

—Como te dije antes, necesito saber ¿Cuál es tu razón?

—¡¿Mi razón?!

—¿No recuerdas la pregunta?

—¡Sí!, ¡No!, bueno es que en realidad no la entiendo. Sara notó que la voz que la interrogaba provenía de todos lados. Inclusive dentro de ella misma. Pero no lograba ver a nadie. No la atemorizaba la voz, sino un presentimiento que crecía en su interior. Recordaba la pregunta. Claro que la recordaba. La voz había dicho: ¿Cuál es tu razón…?

—¿… para vivir?— la voz completó la frase —¿Y bien, vas a responderme? —Sara intentó pensar, pero solo dijo:

— ¡Yo…, yo simplemente no… no deseo morir. ¿Qué harán sin mí, mi marido, mis hijos? Sé que puede parecer que ya no me necesitan, pero aún son tan jóvenes. Yo misma aún tengo tantas cosas que vivir. No… ¡No deseo morir!? Termino la frase con un grito y rompió a llorar nuevamente.

— ¿No deseas morir?— Repitió la voz manteniendo la calma —¿Esa es tu razón para vivir?, ¿Qué no deseas morir?

—¡Sí!, ¡Sí!, ¿Es tan difícil de entender?, ¡Sí!

—Bien, piensa en esto: dices que no deseas morir ¿consideras que en algún momento, desearas morir?— Ella no respondía, la voz preguntó entonces —¿Crees que todos los que mueren, lo desearon?

— ¡No! ¡No yo jamás me quitaría la vida. Solo Dios decide quien vive y quien muere.

—Entonces, ¿Por qué cuando pido tu razón para vivir solo dices, que no deseas morir? Y ahora respondes que sobre eso solo Dios decide.

La voz que interrogaba era calma, transmitía paz, seguridad y amor. Pero Sara continuaba tensa, se sentía enojada, amargada y lo único que hacía era especular mentalmente como acostumbraba hacer cuando alguien la invitaba a reflexionar.

Se sentía atrapada, presa de sus propias palabras. Aun así, era incapaz de aceptar la verdad que se estaba elevando ante ella.

—¿No entiende? Mi familia me necesita. ¡Yo no quiero morir!

—¡Entonces dime una buena razón para vivir! Llevas cincuenta y tres años de vida y no me dices ¿Cuál es tu razón para seguir viviendo? Hablo de una razón, que le dé un sentido a tu existencia. La razón existe, pero no te la puedo decir. Yo, no la sé mejor que tú. Nadie, la sabrá mejor que tú misma. Porque como te dije antes, las respuestas están dentro de ti. Cuando nacemos, traemos con nosotros un objetivo que está claramente definido en nuestras almas. Al momento de nacer, eso queda guardado en nuestra memoria y serán nuestras decisiones y nuestros actos, los encargados de liberarlo o dejarlo prisionero hasta la próxima vida. Naciste como todos con una misión, con un objetivo. Si no lo quieres recordar, si deseas que tus vicios, tus defectos y frustraciones persistan, entonces tu vida, ya no tiene razón de ser. Si en ti, hay aún algo que rescatar, algo que puedas hacer en los años que podrías vivir, podrás continuar. Si persistes en la mediocridad de tus acciones, el tiempo se te habrá terminado. No es un castigo, es solo enfrentarse a sí mismo, aceptar los errores y decidirse a empezar. Estás en este lugar por elección propia. Lo elegiste al pensar que estabas muy apurada como para esperar a que el semáforo volviera a cambiar. Cuando apostaste tu vida a que lograrías cruzar. Cuando no reflexionaste en el daño que podías causar, si provocabas un accidente que involucrara a otras personas. Ya hiciste tu primera elección y esa te lleva a esta otra. Ahora no hay marcha atrás, solo queda responder. Pero la pregunta es ¿Deseas buscar la respuesta?

La voz no era de reproche, ni reclamo. Simplemente, exponía los hechos, ante la mirada incrédula de Sara. Quien se hallaba ante la última oportunidad de su vida, pero negándose a aceptarla.

Sara sintió como si lágrimas de hielo recorrieran sus mejillas. Sintió como el tiempo se extinguía, al igual que la luz que un momento antes la iluminaba. La paz que reinaba en el lugar y nunca hábito su interior, también disminuía, aun así, no logró sincerarse consigo misma.

Continúo rendida a su egoísmo. Ese egoísmo que la llevo a un estado de lamentable soledad. La oscuridad se extendió ante sus ojos y ya no vio nada más.


© 2002 María Alejandra Amarilla

"Palabras de otoño"

Córdoba, Argentina 





2 comentarios:

  1. Excelente relato, María, con un pulso literario exquisito. El final es inmejorable, al igual que el mensaje que encierra. Felicitaciones! Cariños!

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    1. Muchas gracias Pablo, por tu tiempo de lectura y tu cálida apreciación. Cariños

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Gracias por obsequiarme con tu tiempo y palabras. María

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