30 mayo, 2023

COINCIDENCIAS CELESTIALES

 Cuenta la historia que en el comienzo de todo, cuando no existían los días y las noches y los astros se reunían en el espacio sin edad, surgió un amor profundo entre dos de ellos…

 El Sol abrazaba con sus rayos luminosos la curva de la Luna, mientras esta le susurraba armoniosas melodías al oído. Solo verlos bastaba para saber que el amor que se prodigaban no tendría principio ni final porque se extendería por toda la eternidad.

 Su romance era admirado por todos los astros, pero la envidia que no solo habita en los corazones de los hombres germinó en el Tiempo, que celoso de tan bella unión se decidió a marcar su paso y fraguó un plan con el único fin de separarlos.

 Así fue como inicio el paso de las horas, encomendando tareas a los astros para que fueran testigos y protagonistas en el delimitar de las épocas, los años y las estaciones.

 Reunió por último a los amantes y les dijo que les había reservado las más destacadas y meritorias tareas, en la que cada uno de ellos sería quien gobernara un espacio del día.

 A la Luna le asignó la noche, y con ella partiría la comitiva que la acompañaría, un manto de estrellas luminosas que la ayudarían a dar fin a las tinieblas. Sería el símbolo de lo sagrado y lo femenino representando para la humanidad el nacimiento, la muerte y la renovación. Mientras que el Sol coronaría el día iluminando y dando calor a cada rincón de la Tierra, sería fuente de luz y símbolo, de felicidad y de vida, que permitiría el crecimiento y la manifestación de todo ser viviente.

 Los enamorados aceptaron sus designios con el dolor sembrado en lo profundo de sus esencias y resignados a separarse acordaron un último encuentro. Recelosos de las miradas decidieron despedirse en secreto para que nadie pudiese ver sus lágrimas astrales al momento del adiós.

 Comentan que en la algarabía del triunfo, el Tiempo los perdió de vista y nada supo del pasional encuentro hasta pasadas Nueve Lunas, en las que una estrella fugaz vino a anunciarle, en una noche de agosto el nacimiento de la Hija de la Luna.

 Al conocer la noticia el Tiempo, lejos de sentirse burlado, se sintió profundamente arrepentido por el dolor que había provocado con sus pérfidos sentimientos y convocó a los astros en carácter extraordinario a una "Coincidencia celestial". Conocida por nosotros como Eclipse Solar.

 El Sol conmovido acudió presuroso ante la noticia y la maternal Luna, radiante de felicidad y belleza se presentó acunando a su niña. El Tiempo avergonzado reconoció su maldad y expresó sus deseos de compensarlos por tamaña afrenta, concediéndoles los dones que ellos requiriesen para su preciosa niña.

 Fue así como alternadamente los padres fueron diciendo los regalos que solicitaban para ella e indicando cómo sería. Comenzó hablando el Sol y dijo:

 —Mágica, como lo es para mí su madre.

 —Alegre, para brindar felicidad como lo hace su padre.

 —Risueña, para que su risa sea música en los oídos de quienes la rodeen.

 —Imaginativa, para que su inventiva conmueva.

 —Amigable, para que convide su amistad desinteresada.

 —Natural, para que lleve consigo a transparencia que es la esencia luminosa del Sol su padre.

 —Amorosa, para que el amor se propague a través de ella, como sucede al mirar la Luna su madre.

 El Tiempo asintió y concedió cada uno de los pedidos de sus padres y por último preguntó que lugar del espacio y nombre querían asignarle. El Sol y la Luna se miraron y sin mediar palabras acordaron el destino de su pequeña. El primero en hablar fue el Sol que con firmeza dijo:

 —No será un astro. El fruto de nuestro amor será un regalo para la humanidad, habitará y crecerá entre ellos.

 —Pero eso la hará mortal-repuso el Tiempo.

 —Sí, pero se repetirá a lo largo de las edades en nuevos renacimientos. Será musa, será poesía, será mujer, inspiradora e inspirada, derramará sus letras, para que con ellas el espacio que la concibió, se extienda en la mente de la humanidad— dijo la madre entre consternada y orgullosa.

 —Será la mano que guíe la pluma para ser nuestra voz y nuestros silencios, nuestra alegría y nuestras nostalgias— afirmó la gran estrella.

 —Así será entonces— aceptó el Tiempo— ¿Y cuál será su nombre?— volvió a preguntar.

 —Los regalos que le hiciste le darán un nombre terrenal, pero tendrá muchos otros, que le serán dados por quienes observen con los ojos del corazón.— respondió la esfera.

 —Será por siempre un ser de luz— aseveró el Sol mientras dirigía la mirada colmada de amor hacia su amada.

 Cuentan que desde entonces la humanidad aun sin saberlo convive con la hija de los astros. Aquellos que han podido reconocerla, saben que durante el día a la luz y el calor del Sol germinan letras en su pecho, para brotar prestas y presurosas en largas noches insomnes bajo la plateada mirada de la Luna.

 Y aunque muchos padres y madres terrenales ha tenido, siempre es guiada y custodiada por el amor que unió a sus astrales ascendientes, que hasta hoy continúan amándose en fortuitas "Coincidencias celestiales".


© 2022 María Alejandra Amarilla

"Palabras de otoño"

Córdoba, Argentina 

 

3 comentarios:

Gracias por obsequiarme con tu tiempo y palabras. María

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