Me enamoré, por eso me atrevo a dejar que mi corazón se devele en estos trazos, a que las palabras silenciadas en mis labios caigan inertes en el papel hasta ahora inmaculado.
Si me preguntaran, cómo sé que lo que siento es amor... no sabría decirlo, solo sé que su figura es una marca al agua en mis pupilas, una marca de fondo que puedo ver en todo lo que miro, en las nubes que perfilan su rostro, en los rayos del sol cuando me encandilan, en la hojarasca amarillenta que se arremolina y danza al compás del viento.
Puedo oler su aroma en la tierra húmeda, luego de la lluvia que antecede a la tormenta, puedo percibir su dulzura en la suavidad del sabor del durazno ya maduro.
Logro anticipar su presencia en la brisa que me despabila en las mañanas, cuando me niego a abandonar el mundo de sueños en el que me pertenece y estamos unidos, puedo oír su risa en el canto de las aves, en la letra de cada canción que deseo escuche para confesar este amor que me aprisiona, para que sepa al fin que es mi punto de partida y también la meta que ansío.
Para que no tenga dudas y sepa que es el sueño que me desvela, la mano que guía mi pluma en esta breve esquela, el sol de mi atardecer y la luna rodeada de mil estrellas de mis noches.
Su sonrisa es mi paraíso, pero también es la reserva de mi lugar en el infierno, es mi último recuerdo antes de dormir y mi primer pensamiento en cada amanecer. Veo su brillo en los colores del arcoíris y apagarse su luz en la oscuridad de mi dolor, cuando se apega a cada fragmento de mi alma y a la vez se convierte en alguien tan distante en mí sentir.
Escribo estas líneas para confesar mi pesar por este amor, por amar sin ser libre para hacerlo... Escribo estas líneas para vaciar de mi ser el peso de mi pena, porque aunque siento este amor tan mío, sé con certeza que me es tan ajeno.
© 2022 María Alejandra Amarilla
Córdoba, Argentina
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