21 julio, 2023

LA REUNIÓN

 Oigo voces y más voces. Escucho el murmullo de los presentes, pero no me preocupa entender lo que dicen, me siento como si me hallara a miles de kilómetros de todas estas personas. Reconozco y siento un gran cariño por la mayoría de los presentes, pero también algunos rostros me resultan desconocidos. Seguramente son allegados de mi esposo.

Todo está resultando mejor de lo que esperaba. Los nervios han dado paso a la ansiedad y finalmente puedo sentir que la felicidad brota de mi alma y me doy cuenta que nunca hubiese imaginado que me sentiría de esta manera. Soy consciente que ninguno de los presentes puede ver o imaginar la belleza de este momento y lo que significa para mí. Todos me observaban, pero ninguno puede ver realmente la importancia de lo que está ocurriendo frente a ellos. Yo sí… y es
como ver la energía fluir, es sentirse conectado con lo más profundo del ser, es amor en el estado más perfecto.

Observo mi aspecto nuevamente y veo como mi cabello oscuro me enmarca el rostro delicadamente maquillado, tal como me ha gustado siempre. El color blanco de mi atuendo me confiere una imagen angelical, quizás no debería decirlo yo misma, pero me veo radiante.

Veo el rostro de mis padres y recuerdo la charla que tuvimos días atrás, recuerdo la promesa que me hicieron de no entristecerse. Sabía que se sentirían abandonados por ser yo su única hija y por la unión que siempre hemos tenido, así como también sé que se están esforzando por mostrar entereza. Aun así, puedo ver que en sus ojos embargados de amor hay dejos de infinita tristeza y sé que es inevitable que así sea, como también lo es esta etapa de separación.

Todas las miradas siguen posadas en mí, pero solo hay una que me interesa y es la de quien está parado a mi lado: la tuya amor mío. Tu mirada lleva la carga de todas nuestras complicidades, de ese sentimiento que nos ha destinado a estar unidos a través de todos los tiempos. Es el cofre de miles de recuerdos, allí se guarda el instante en que me elegiste para ser tu esposa. Y como aquel día hoy con los ojos consternados sostenés mi mano entre las tuyas. Desde la primera vez que nos vimos supimos el lazo que nos unía y juramos sostenerlo hasta el fin de nuestra vida… O quizás más aún.

La reunión está llegando a su fin y con ello el momento de la despedida, es inevitable al igual que las lágrimas que comienzan a asomar a los ojos de algunos de los presentes. No deseo retrasarla más, no quiero ser egoísta, pero me siento ansiosa por emprender este viaje.

Tu mano continúa aferrada a la mía y vuelvo a confirmar cuánto te amo y cuán amada me siento mientras todos se acercan a dar el saludo final. Ya no me siento nerviosa, poco a poco he logrado aquietar mi ansiedad y todo mi ser es inundado por una calma interior que me hace sentir felizmente en paz.

Todos han desfilado ante mí emocionados, algunos han expresado en voz baja sus buenos deseos, otros consternados dejan traslucir sus sentimientos, poco a poco van dejándonos un poco de intimidad hasta que solo quedamos tú y yo.

Sigues junto a mí… vuelves a aferrarte a mis manos, me miras con amor infinito, tus ojos vuelven a anegarse en lágrimas mientras me acaricias suavemente las mejillas y besas delicadamente mis labios realizando en susurros una nueva promesa de amor… y aunque mi voz no te hable sabés que te hago la misma promesa…

Te veo lentamente retroceder sin dejar de mirarme hasta salir del recinto en donde te veo unirte a mis padres… mientras que la tapa del cajón, que llevará mi cuerpo a su última morada, es finalmente depositada en su sitio.


© 2002 María Alejandra Amarilla

Cdad. de Buenos Aires, Argentina 

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Gracias por obsequiarme con tu tiempo y palabras. María

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